Una de las grandes lecciones que
nos pueden enseñar los Ángeles, es que el mundo es un espejo de nosotros
mismos, y que si queremos cambiar el mundo, hemos de comenzar cambiándonos a
nosotros mismos.
Nuestra mayor responsabilidad es,
pues, con nosotros mismos. Pero muy a menudo hundimos los hombros cuando
escuchamos la palabra responsabilidad.
Creemos que la responsabilidad
tiene que ver con algo que tenemos que hacer, cuando en realidad no deseamos
hacer nada. Asociamos la palabra responsabilidad a la palabra deber.
Al ego le molestan las verdaderas
responsabilidades, y por ello prefiere las falsas, las que él se inventa para
sentirse importante.
Cuando algo no funciona como
quisiéramos en nuestras vidas, en seguida señalamos con el dedo a los demás. El
ego siempre hace la trampa de situar la responsabilidad de nuestros problemas
en los demás, porque así no tiene que tomarse la molestia de solucionarlos.
Pero, la verdadera
responsabilidad es la otra cara de la moneda de la libertad. No hay verdadera
libertad sin responsabilidad, ni responsabilidad sin libertad.
Somos responsables de aquello que
vemos, de aquello que sentimos, de aquello que oímos, de aquello que vivimos,
pues somos nosotros mismos quienes elegimos lo que vemos, lo que sentimos, lo
que oímos, lo que vivimos. En cierto modo, todo lo que nos sucede, ya lo hemos
pedido y nos ha sido concedido.
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