Es el Ángel de la comunicación,
de la palabra, es quien suscita alegría y amor en el corazón de los humanos.
Probablemente es también el responsable de tantos “flechazos”, puesto que
suscita la llama del enamoramiento, de la simpatía, y también de la compasión y
la solidaridad.
En cuanto “portador de la llama”
trae también la chispa de la vida al mundo animal y vegetal. Es quien
distribuye el “prana”, por tanto, la vitalidad, la energía física, el don de la
curación.
Es el custodio de las acciones
del hombre, de las decisiones activas, del movimiento dinámico, del coraje y
también del bienestar material.
Su presencia disuelve las nieblas
grises del odio, de la tristeza, de la desesperación. Consigue infundir
optimismo en las personas descorazonadas y guía a los débiles hacia la
capacidad de luchar. Protege de los peligros que provienen del fuego, pues Él
es el Señor de este elemento. Su lucha contra el Deva del signo contrario se
dirige a mantener el equilibrio entre el fuego que da la vida y aquel que
devora y destruye.
Su energía es el fuego germinador
de la creación, y a Él le ha sido confiado el crecimiento de todas las cosas
vivientes en los cuatro Reinos de la Naturaleza.
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