Ángel santo de la guarda, compañero de mi vida, tú que nunca
me abandonas, ni de noche ni de día.
Aunque espíritu invisible, sé que te hayas a mi lado,
escuchas mis oraciones y cuenta todos mis pasos.
En las sombras de la noche, me defiendes del demonio,
tendiendo sobre mi pecho tus alas de nácar y oro.
Ángel de Dios, que yo escuche tu mensaje y que lo siga, que
vaya siempre contigo hacia Dios, que me lo envía.
Testigo de lo invisible, presencia del cielo amiga, gracias
por tu fiel custodia, gracias por tu compañía.
En presencia de los Ángeles, suba al cielo nuestro canto:
gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Amén.
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